jueves, 7 de abril de 2016

RESET

En los años 80 la compañía Sinclair desarrolló los procesadores ZX. En mi primer contacto con un ZX Spectrum 48K mi idea de la informática era tan romántica como el alma de HAL 2000 o el ordenador de Juegos de Guerra. Así que, durante una primera y exasperante tarde, todo lo que hicimos fue escribir Hello, Hola, Hi y recibir la consabida respuesta Command not found. Así fue hasta que mi hermano pulsó varias teclas a la vez y en la pantalla del televisor se inició un scroll infinito de números. Fue así como tuvimos que abrir el Manual de Instrucciones, buscar la solución de problemas y encontrar la sentencia mágica: RESET. 

No fue muy fino este primer RESET, desconectar la corriente de alimentación. Sí fue efectivo, mi madre aprovechó para reclamar la devolución de su televisión, y el ordenador descansó de interpretar nuestras clases de inglés conversacional.

Quizás esta anécdota le parezca al lector traida por los pelos; piense entonces el lector de otra forma, cuando algo se está haciendo mal, cuando los resultados no son los adecuados, cuando se nota que no funciona la cosa como se esperaba, si se quiere mejorar se deben cambiar los fundamentos. Para eso lo mejor es resetear. Es normal querer el camino fácil, buscar atajos, buscar el camino de otros, ser, de repente, pintor abstracto. Lo normal en ese caso es que se vaya de forma directa a fallar. Que recuerde si no el lector que Picasso primero aprendió a dibujar de manera academicista, a retratar de forma fiel la imagen ante sí hasta que pudo encontrar el alma de las cosas y desvirtuarlas para plasmar su esencia, para captar otra mirada y otra perspectiva.

Cada uno tenemos un camino, una perspectiva, una mirada y una meta. Andar el camino de otros, mirar con las miras de otros o tener su perspectiva nos alejan de nuestra meta. Es entonces el momento de resetear, de aprender los fundamentos, de coger un lápiz nuevo y empezar desde cero. En ese momento puede que se estén empezando a hacer bien las cosas.

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Un extraño Deja Vú.

Quizás para ir a Quarteira en marzo o en abril haya que acompañarse de la saudade. El tiempo acompaña, tarde gris de sábado, frío por momentos, lluvia a ratos. La carretera hasta Loulé que recuerdo hasta la más mínima curva. Todo empieza igual.

Como a alguno ya le conté, todo es igual pero diferente. El anticuado hotel que el año pasado nos alojó sigue allí, al igual que el recepcionista de gafas, al igual que el comedor pequeño, la mínima WiFi. Decido, pues, que es el momento de confirmar la inscripción, de ir a la oficina de la carrera y recoger el chip, el dorsal y pagar; pero, de repente, no entiendo nada. Todos los portugueses que me encuentro allí en realidad me parecen que hablan en otro idioma, en un tosco dialecto olvidado de otro lugar del mundo. Confirmar mi inscripción, mis datos, los datos del club, es un proceso que costará 14 horas. 

Y cambio cosas para intentar que todo siga igual, doy una vuelta en bici por el circuito, recorro a pie el de carrera, preparo las cosas antes de ir a cenar, visito tres veces la oficina de los jueces, llamo por teléfono, veo la entrega de premios de la Copa de Europa e intento dormir más temprano. Es imposible, el deja vú vuelve aquí. Todo ha cambiado para que mi insomnio siga igual. 

Pero a partir de ahí, aunque a la mañana siguiente cada cosa esté en su sitio, llueva, haya venido Leo, coma en la misma pizzería de Loulé, y la carrera también me salga mal, ya nada es igual. Quizás ha sido un reseteado suave; no lo sé aún, el tiempo tiene que escribir esas líneas.

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Una tradición.

Imaginemos que todo lo que se escribe en estos días de alguna forma pudiera recuperarse e imprimirse, archivarse y constituir la crónica escrita de este club. Es mucho imaginar y mucho despilfarro, pero es solo un ejercicio, una serie de calidad para la mente, tampoco se agobie usted.

En la segunda serie vamos a imaginar que dentro de unos años siguen existiendo los historiadores. Y sin descanso, metemos la tercera que consiste en pensar que alguno encuentra los papeles de este club y los estudia. 

En ese caso, sería bonito pensar en que el historiador escribiera una reseña sobre nosotros, una al modo en el que los cronistas de la Semana Santa escriben las glosas de cada una de las cofradías sevillanas. Algo como: "El club Isbilya Sloppy Joe´s comenzó a gestarse durante los últimos meses de 2013 alrededor de un grupo de triatletas andaluces afincados en Sevilla, aunque su primera configuración data de los primeros registros de la entidad en torno a 2014. El club copó durante sus primeros años los primeros puestos en muchas de las competiciones a las que acudían. Como curiosidad, el club ha participado durante todos los años de su existencia en el Triatlón de la ciudad de Quarteira, incluso tras el cierre de las fronteras. Este año la equipación conserva el rojo de la organización y ha sustituido la publicidad de la parte posterior por un cuadro en el que está impreso el nombre de todos los triatletas que han formado parte del club"

Dirán ustedes, ¡qué tontería!. Yo pensaré, es cierto, es una tontería, pero así empiezan las tradiciones, sin sentido, solo por conservarlas, y hay momentos en los que cuesta. Este año yo he venido solo. Espero que el año que viene vuelva a ser el punto de inicio de la temporada, el punto de inicio  de los fundamentos del club, un pequeño reset para volver a los orígenes. Como rezan los papeles de Facebook del club, un club de aficionados amantes del triatlón. En Quarteira eso hace que cambie, y que se pueda escribir, un grupo de amigos amantes del triatlón. Pero eso no es una serie intensa, es una tirada larga.

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El fondo del pozo. 

Si yo dijera que todo lo que podía salir mal, salió mal, diría la verdad. Pero también mentiría. Me dijeron mal la hora y tuve que apretar para llegar. Pero eso me permitió recoger el dorsal sin colas y comprobar que en mi inscripción todos mis datos, incluído el nombre del club, con dos pes, estaban bien registrados.

Podría decir que mis tiempos de carrera y de bici fueron pésimos, peores que los del año pasado, y diría la verdad. Pero tampoco sería cierto del todo. Había estado tres semanas en el dique seco, desde el desatroso duatlón; había tenido como piedras los isquiotibiales y los glúteos, la fisioterapeuta me dio permiso para correr y lo primero que hice fue ir a un triatlón. Pues fue una insensatez, podía haber empeorado mi lesión y no pasó nada de eso. Además la inconsciencia, e ir adelantando siempre a gente, me crearon una falsa ilusión de hacerlo bien. Bendito sea ese espejismo, cualquier cosa es buena para agarrarse a lo que nos gusta. 

Incluso podría añadir que la natación fue más lenta que el año pasado, mucho más lenta, pero no tengo un referencia clara, los primeros, como yo, tardaron unos seis minutos más que el año anterior. Puede que sea solo casualidad, que el nivel fuera más bajo este año. Puede que no, y que las corrientes fueran más fuertes este domingo.

Y si nuestro amigo portugués escribiera aquí diría, sí, se cayó de la bici en la salida, sí, tuvo que arreglar la cadena, el cambio, el freno, sí, se le engancharon dos o tres detrás y no le dieron ni un relevo, sí, pero tuvo mucha suerte, fue toda la carrera con la rueda de atrás suelta, podría haber tenido una grave caída. Muito perigoso, muita boa sorte.

Quizás el reseteo ha coincidido con el fondo del pozo, ese lugar oscuro al que alguna vez se llega. Quizás todo lo que veo está condicionado por la falta de luz, por ver solo al final de ese agujero una luz, una única luz. Quizás el ver las cosas de otra forma este domingo indica un cambio de tendencia. De ir bajando siempre a empezar a ir cuesta arriba. Recordatorio: cuesta arriba se va contra la gravedad, se va más lento. Es bueno asegurar los pasos.
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A manhã de domingo.

La boya roja se deja a la derecha, mientras que las boyas amarillas se dejan a la izquierda. Hubo deriva entre la última boya amarilla y la roja, pero fue una deriva fortuita, haciendo lo que debía, seguir unos pies que me adelantaban. 

El neopreno, mi neopreno se convierte en un suplicio; si no fuera porque este mar es como un saco lleno de agujas en el que uno se hunde, y si no fuera porque ese traje nos aisla de ese frío, preferiría mil veces nadar con frío, a pelo, con más esfuerzo, que ponerme y quitarme el traje. Eso, a pesar de que alguno no lo crea, es un problema.

El frío del agua, el vaivén de las olas, figura manida de café cantante, me aturden, cambian mi sentido y todo parece que le ocurriera a otra persona. No soy yo el que se cae, ni al que le salta la cadena. No soy yo el que corre tras el número 4119, mamón chuparruedas, hasta adelantarlo. Tampoco el que va viendo objetivos a quince metros para adelantar, el que los adelanta y decide no esprintar, aunque eso le cueste dos puestos, porque eso no le cuesta repetir la lesión. 

El frío del agua ha congelado mi cuerpo, todo se me cae, no sé recoger nada, ni qué hacer con la bici. Nada, no sé hacer nada. Es lo que tiene hacer unos de los múltiples reset de los últimos tiempos. Se empieza de cero.

La boya roja se deja a la derecha, buena metáfora política para estos días. Cuando la alcanzo, viro y enfilo la playa, me topo con varios nadadores asustados, van directos a cogerse al cable de la marca, nadando con un heterodoxo estilo de braza, algo que mis hijas llaman perrito. El miedo les da una fuerza superior, sus patadas son de fuerza mayor, una de ellas rompe la correa de mi reloj, allí queda, registrando un tiempo increíble, registrando allá, en el fondo del mar, la deriva a la que las olas lo someten. Es gracioso, si alguien lo encontrara podría pensar que soy yo el que estoy allí. No se equivocaría mucho.

Es domingo. Es Portugal. Hace sol a ratos, llueve a ratos. Mañana es 4 de abril. Me invaden la saudade y la rabia a partes iguales. Es domingo. Ha comenzado la temporada. Continúan las tradiciones, continúan los fallos. Es hora de cambiar de tendencia. Tiempo de hacer reset.


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