lunes, 29 de junio de 2015

VERANO EN MORDOR.

[Pensando en todos los que por motivos de trabajo han dejado su casa]

Hace un tiempo escribí una historia llamada "Un año con dos inviernos". Unos amigos, una familia completa, había emigrado a Sudáfrica; este país nuestro exportaba talentos en la época en la que más falta le hacían. Así las personas en las que, durante años, se había invertido, a las que se había formado y que habían crecido en su país, debían marchar al extranjero para tener futuro. Aquel año,  el primer día de verano, al acabar el curso, justo al día siguiente de la fiesta final, sus padres cogieron de la mano a Julio y lo llevaron a aquel país, a quince mil kilómetros de sus amigos, a vivir un nuevo invierno. 

Aquella historia me salió tan triste que la borré. Pero debería haberla borrado mejor, porque de su poso me queda aun algo por dentro.

Se cuenta que en los días de verano también los orcos, en especial los uruk-hai, acostumbraban a hacer alguna correría por la zona más inhóspita de Ithilien, en la frontera con Mordor. Quizás por eso, por su caracter de frontera me costó tanto alcanzar La Gravera, y quizás por eso, ayer cuando en bici transitaba y sudaba bajo ese ojo de Sauron que llaman sol, recordaba lo hecho el domingo anterior. Equipos uniformados, cierta desorganización controlada hasta el descontrol de "todos al agua y a correr" y una laguna con un penetrante olor a cieno. En eso iba pensando, en los alacranes taladrándonos el pescuezo mientras corríamos, en el ahogo de la primera rampa, por pequeña que fuera, en que algunos somos como croquetas en esto de la natación y la carrera. Pero no tuve tiempo para pensar en lo mal que estoy nadando, a pesar de entrenar como todo triatleta que se precie, por unos días en solitario. La cabeza se me fue pensando, agradecido, que hay personas que tienen imaginación y que organizan cosas como esta. Sí, y en que nos divertimos como orcos, pasándolo mal, nos divertimos.

Y sí, la bici en solitario da para pensar cuando se pasa por algún llano, da para pensar en que hay muchos mundos a la vez en este mundo, que mientras otras personas encuentran emoción en el ocio total, otros no comprendemos el ocio total sin cansarnos aun más, en tirarnos a una antigua cantera con estanque y correr o cabalgar bajo el sol. Quizás ese sea el verano de Mordor.

Y sí, la bici me recuerda el domingo anterior cuando de repente, entre junco y junco, el sol se escondió. Todo se volvió oscuro, como una tarde de invierno, y llovió. Fue más tarde, pero llovió en el primer día de este verano. Y fue como en el año con dos inviernos. Oscuro día para pensar en que hay otros mundos, como ese en que un talento debe marcharse a Berlín para tener futuro. 

Horas más tarde se abrieron las nubes y volvió el calor, y el verano entró con fuerza. Me gustó. Pensé en la luz, en que quizás haya otros mundos en los que los orcos puedan seguir jugando en esa piscina cenagosa, en los que quizás Javi vuelva y lo organice, en los que él decida, y no las circunstancias, dónde quiere tener su futuro, su vida. 

Buena suerte, elfo viruta.