miércoles, 28 de octubre de 2015

KRYPTONITA.

El científico Jol-El descubrió que la causa principal del colapso de Krypton fue una fusión de los elementos del núcleo del planeta y la aparición de un nuevo compuesto que se llamó kriptonita o kryptonita. Su hijo Kal-El, más conocido por Clark Kent en su personalidad periodística, o Superman en su faceta como superhéroe, resultaba afectado por este mineral que anulaba sus superpoderes. A alguien se le ocurrió que a todos nos afecta algún tipo u otro de kriptonita. 

Me he fijado en que en casi ninguna de mis entradas sobre mi faceta isbiliya, léase mi parte de superhéroe, hablo de la natación. Tengo la impresión empírica de que esta modalidad es la que más nos cuesta a todos; tengo la certeza, también empírica, de que, dentro de los entrenamientos de natación, a la gran masa de infantería lo que más nos cuesta son los ejercicios de piernas y de que, el día que usamos aletas, empiezan los gemelos a congratularse entre sí y hacer piña, dejando esa tan molesta sensación de que se nos ha "montado" un gemelo. Podría llegarse a concluir que mis aletas son mi kriptonita, y afortunado, como buen daltónico, puedo ver que son verdes, como la kriptonita original. 

Los originarios de Krypton que sobrevivieron, Superman, Superboy, Supergirl y Superdog, sufrían todos, los efectos de la kriptonita, pero podían protegerse de ella con plomo, con una armadura o, incluso como cuenta una historia de los años 40, usándola como combustible para naves interplanetarias. Hay muchas formas de "viajes", pero como esos implican a unas pildoritas, por cierto, también llamadas kriptonitas, y no va de eso la cosa, lo dejamos a un lado; a pesar de los farmacéuticos.

El caso es que contra lo que nos debilita y nos cuesta más trabajo tenemos siempre la posibilidad de usar una armadura de plomo. Y no es baladí el uso de este metal en el símil, pesado y hosco como pocos, porque para vencer una dificultad y progresar, como decía el gran Juan Pablo, hay que abandonar muchas veces la zona de confort, recomponer la cabeza, empezar despacio y sin quemar etapas pasándolas por los pelos, sino con determinada maestría. Que es algo pesado y molesto casi siempre, como el plomo. 

Pienso que lo que comento vale para nuestra vida de triatleta y para cualquiera de las modalidades, natación, carrera, bici o transiciones. Para mejorar en cada cosa y hacerlo bien, primero hay que conocer los fallos, los defectos, los cuellos de botella y luego hay que pensar cómo mejorarlos, y entrenar una y otra vez, en las tardes de plomo, en las horas pesadas, forjando una armadura a medida y ligera, que el plomo es lo que tiene, que es maleable.

Quedan tres cosas por decir. Una, que alguna vez escribiré sobre natación, pues me subyugan el silencio bajo el agua y la ola que abro la rara vez que nado bien; dos, que nadie se tome esto en sentido literal y use bañadores, aunque sean paqueteros, de plomo, que si ya se nos hunden el culo y las piernas no quiero ni contar con ese peso añadido. 

La tercera, en la vida real, en nuestra personalidad de ingenieros, farmacéuticos, trabajadores o estudiantes existen muchas kriptonitas; la única forma de hacernos inmunes a su efecto es buscarlas, identificarlas y luchar contra ellas, llámense miedos o dificultades. El triatlon también es una escuela para vivir sin miedo y resistir los avatares de la vida.

Para terminar, recuerdo la primera vez que escuché la palabra kriptonita en este club; me dejaron una camiseta para hacer una carrera y fue justo después de un entrenamiento, me dijeron, lávala bien que lleva kriptonita, yo pensé, un lavado corto y con norit, que es una prenda delicada. El resultado fue que puse dos veces la lavadora, la primera siendo delicado, la segunda a saco, y con veinte prendas más, que la esencia de la camiseta contaminó la colada entera. Así que el que lo dijo sabía bien de lo que hablaba y suda kriptonita, pues no es que no le cuesten las cosas, no es que no tenga dificultades, pero lucha contra ellas. ¿Verdad?


NOTA DEL AUTOR:

Esto texto es una interpretación libre de la idea original del señor Samer Alí Guarda.
Quien ha escrito esto es un fanático del cómic, pasión que mantiene desde la más tierna infancia. Los datos que aparecen sobre Superman son todos ciertos, en el ámbito del cómic, se quiere decir. Se han extraído de las lecturas de las primeras historias sobre Superman de Action Comics ideadas por los autores Jerry Siegel y Joe Shuster y de los ensayos de Javier Coma. Entre los años 2010 y 2011 colaboró en un programa de radio en el que mantenía una sección semanal sobre cómics; es autor del blog sobre el mundo de la historieta POR AMOR AL ARTE, AL NOVENO ARTE.
 

 


sábado, 24 de octubre de 2015

RUNNERS KARATE KID.

Cada vez me encuentro más en las redes sociales la furibunda crítica que hace un corredor de nuevo cuño a otros. Viene a ser algo así como, te odio solo porque te he visto, porque trotabas en el semáforo, porque llevabas unas Mizuno o porque llevabas auriculares y escuchabas música. A su vez, otro día, el mismo corredor furibundo, el crítico, contará elogioso, hoy ha sido un día duro, me machaqué, hice series y me dolían las pantorrillas, pero superaré el dolor porque soy superior al dolor, soy casi Superman. Y faltará la proclama interior, la de corte nietzscheano, pasada por el filtro de Conan, lo que no nos mata, nos fortalece. 

Bien, eso no va conmigo. 

Siempre he sido un corredor solitario, lo poco que sé sobre correr lo he aprendido a base de madrugones y de esfuerzo, pero jamás he hecho alarde de nada. Si me levantaba temprano no era por un deseo contumaz de sacrificio, por pensar que el rendimiento matutino mejoraría mis marcas, no, ese horario me lo marcaban dos cosas. A primera hora es raro que surja algún imprevisto, lo hay pero se minimiza el riesgo; saliendo temprano me podía incorporar a la vida familiar sin problema y sin dejar cosas por hacer. Y si alguien piensa que no hay de qué presumir, que no hay medalla o premio que mostrar, también se puede argumentar que empecé a correr con unos 35 años, quitando lo que entrenaba para el baloncesto, la medalla en la milla y en el 400 de la Universidad, las nocturnas desde hace mucho. Que ahora es habitual correr, que antes éramos los raritos.

Tras esta introducción, en la que las cosas parecen inconexas, me explico.

Hay una persona que veo poco, menos de lo que me gustaría, y a la que considero mi amigo. Cuando este amigo me llamó por primera vez me encontraba en un lugar idílico. Es una pequeña iglesia de Roma llamada San Marcos, y como no podía ser menos, se encuentra en Piazza Venezia, es de venecianos antiguos, sabios y venerables, y tiene algo de lugar mágico, de logia masónica. Allí, la voz emocionada de este sevillano de raíces mesorientales, me transmitió algo. Queda claro que la emoción no era por fichar a uno de los grandes, sino porque hablaba de un deporte que es su vida. Y sin conocerlo apenas por un minuto de voz, por una conversación entrecortada, supe de él que sonreía; también que había viajado mucho. Es posible que yo le haya salido rana y que escriba más de lo que corro, pero eso no me lo va a decir. Es posible que, para mí, el lugar de aquella conversación me hiciera sentir que lo que venía era algo bueno. 

Algo más de un año más tarde, lo sé. 

El club Isbilya tenía, tiene, algo de grupo de los años 50, o de los años 20, de un siglo antes, se conoce, y usa tecnología de esta década, del siglo XXI. Cuando hablo de esta antigüedad me refiero a que en la caballerosidad, en la limpieza de las intenciones, en la competitividad, siempre sana, en los entrenamientos grupales, todavía no he visto ningún desprecio al compañero, ningún desprecio al rival, ninguna artimaña, ningún atajo de los que no nos gustan. Hay compañeros, y compañeras, que van genial y nos alegramos de sus victorias, los tenemos como referente y nos gustaría imitarlos. Pero estoy seguro de que a muchos no nos gustaría ni ganarles, sino ganar nosotros y que ganaran ellos también.

Esa filosofía, la de trabajar para superarse, la de buscar la excelencia propia, la de luchar contra uno mismo, cada uno a su ritmo, con sus objetivos, con sus posibilidades, venciendo sus limitaciones con cabeza, encaja por completo con la forma en la que yo quiero entender el deporte. Es una faceta de mi vida, forma parte de mi vida, y está ahí. No soy mejor o peor que otra persona a la que no le llenen correr, nadar o ir en bici, soy tan solo distinto. Y no me siento mejor o peor que quienes quieren competir cada semana; yo no puedo, otras facetas de mi vida, otros intereses, también ocupan mi tiempo. 

No sé a cuántos de nosotros nos puede gustar la Semana Santa, y dentro de esta tan especial celebración una faceta singular, la saeta. Esto viene al caso de que hace unos años se pusieron de moda las academias para cantar saetas. Era la época en la que España era pija, pija de cojones, rancia, también con cojones, y la gente acudía en masa para cantar uno de los palos flamencos más difíciles. No os podéis imaginar los que no lo vivierais, el bochorno que en aquella época supuso para  la propia primavera la multitud de gallos y falsetes desentonados. Que aquello sí que fueron saetas en el sentido literal, flechas hirientes. Y viene al caso porque las academias, los clubes nacidos de un corredor medianito cualquiera, las agrupaciones de app´s actuales me recuerdan esa época.

Se han cambiado unos intereses por otros, unas modas por otras, pero son los mismos los que llenan estas Academias con una fiebre que les hace hipermotivarse, hipervitaminarse e hipermineralizarse, cual si fueran ya no Superman, sino Superratón. Y si les llamaba Karate Kid Runners, es porque su comportamiento me recuerda a los chavales de negro del Dojo Cobra Kai, a su sensei sintiéndose no solo superior sino único por practicar Kárate, por su filosofía mortal, de legionario, en la que no piensan que el deporte es una forma de vivir, sino un camino de mortificación hacia la gloria, quizás hacia la muerte.

Todos tenemos un tendón de Aquiles. Esta gente lo tiene, sin duda, el día que se les pase la fiebre, que las modas son pasajeras, se vendrán abajo como un castillo de naipes, y pasarán, como ya han pasado antes de la saeta a la cocina, y de la cocina al asfalto, a un nuevo ciclo, que serán el macramé o los puzzles, ¡vaya usted a saber! También tenemos los isbiliyos nuestro tendón de Aquiles, nuestra particular kryptonita, en forma de pies en la piscina, en forma de aletas, que caemos como moscas, sobre todo los que esperamos de puntillas las instrucciones. Pero salven este obstáculo y véanlos entrenar, véanlos competir, véanlos comentar, hay orgullo y alegría, nunca he visto ni rabia ni soberbia. A pesar de hacerlo, como dicen por ahí, "a deshoras"

Pero eso es porque están hartos de dar cera, pulir cera, dar cera, pulir cera...

NOTAS:

Al Miyagi Alí Guarda. Es difícil escribir por encargo, encajar un tema cuando se ha pensado otro, pero por un amigo se da una vuelta y se hace un circunloquio. Tu idea era muy buena y quizás ha quedado desaprovechada. Pero es lo que parece a primera vista, dedícale tres minutos más y, a lo mejor, encuentras que no tiene tan poco uso y trayecto.

Al sensei Juan Garrido. Creo que compartimos una forma de entender el deporte similar, es algo que forma parte de nuestras vidas que no queremos abandonar pero que, salvo contados momentos, no queremos que nos coma el terreno. Es posible. Y si hace falta parar se para, luego se vuelve y se coge con la misma fuerza e ilusión.

Al sensei Álvaro Dueñas. No me hablo contigo, lo que no quiere decir que no te escriba ( ;-) ). No difieras decisiones por el deporte, puedes acoplarlo a tu vida, a la laboral y a la afectiva. 

A los jóvenes padawanes. El deporte no es una moda, es una forma de entender la vida que los griegos conocían, que los romanos llevaban al extremo. No vivimos en época de guerras, no necesitamos ser guerreros, basta con ser un poco felices con esto, con una carrera por un parque, con una ruta en bici, con nadar en un río, en el mar. Mens sana in corpore sano per semper. 

Al compañero Samer. La cerveza...
  






lunes, 5 de octubre de 2015

GLÓBULOS ROSAS.

Si el Creador hubiera sido la Creadora, el toque de color estridente de este mundo habría sido atemperado. En la paleta de colores de Nuestra Señora habría habido muchas más tonalidades de las que hay ahora, y esos colores que llevan adjetivo, verde botella o verde pistacho, azul cielo o azul de Prusia, habrían tenido su propio nombre. En ese supuesto, es posible que la Creadora pensara que los glóbulos rojos no deberían tener ese color y que mejor dejarlos en un tono rosa, mezclando parte de su rojo con el blanco.

Se podría pensar eso, o que ya que se van a poner glóbulos en la sangre, para qué poner dos; mejor poner solo unos pero que tengan dos funciones. Porque, y esto es sabido, las mujeres tienen capacidades distintas a los hombres, pueden hacer varias cosas a la vez, y hacerlas bien, además de mostrar muy poca tendencia a la épica y el heroismo trasnochado del que sí hacemos gala los hombres.

Por explicarlo un poco mejor, los glóbulos rosas de la Creadora, a la vez que transportaran oxígeno irían mirando si por ahí hay algún extraño al que sacar de inmediato, pelearse con él y proteger a los suyos, y si se apuran, arropar a esa celulita que duerme destapada. Y no se me ocurre pensar en una mejor imagen de las mujeres de ayer, las que vistieron una camiseta rosa e inundaron la ciudad. Son ellas las que llevan el oxígeno que a todos nos alimenta, ya sea el verdadero, el del amor y el del cariño, o las que nos cuidan de mil y una formas. Son estas mujeres las que nos curan, nos protegen, nos aúpan; las que nos mantienen. Y solo ellas son capaces de hacer esto sin darle importancia, llevando a los niños de la mano, tirando de ellos, con la tirita o la botella de agua por si acaso, cantando a la vez, corriendo y luchando contra el mundo. Si hubieran sido hombres ya se habrían escrito mil y una epopeyas.

Un cáncer es una putada. Un cáncer es, además, una putada que crece de forma silenciosa: se instala en la vida de quien lo sufre, en su familia, en la vida íntima, en los miedos y en las preocupaciones de él o ella, de su pareja, de sus hijas, de sus amigas. Y jamás se va de vacío, o se lleva un trozo de ti, o te lleva entero, o te deja un hueco irrellenable de otra cosa que no sea miedo. Contra ese silencio, contra la falta de financiación para estudiar a fondo a ese mal bicho, para conseguir lo necesario para ayudar a los que lo sufren, se conjuraron ayer las mujeres en Sevilla. Ellas, capaces de dar vida, capaces de mantenerla a salvo, llevan la mayor parte del peso en la lucha contra la enfermedad, son la columna vertebral de las familias cuando aparece, son pacientes ejemplares cuando les toca, mirándola cara a cara, muchas veces sin darle importancia, llevando a los niños de la mano, tirando de ellos, con la tirita o la botella de agua por si acaso, cantando a la vez, luchando contra el mundo; si fueran hombres pedirían la escritura de mil y una epopeyas. (Sí, has leído esto antes, es que es cierto para casi todo).

Ayer, ellas, vestidas de glóbulos rosas, dieron una lección. Para ganar no es necesario competir, ni convertir cada acto reivindicativo y festivo en un torneo; ganó la madre que corrió junto a su hija, ambas con el coraje y el orgullo de saber que, juntas, nada las parará; ganó la amiga que cogió a la hija de su amiga de la mano, ganó la hija de su amiga, que venció el cansancio y corrió; fueron Carmen e Inma, Nieves y Marta; ganaron mujeres que no conocía, otras que sí, mostrando que no son una marea que viene y se va, sino una corriente que fluye, que está ahí, presente, permanente. 

Quizás nadie se diera cuenta, pero llegó un momento en el que las primeras alcanzaron a las que aun no habían salido; de alguna manera cerraron un anillo, un circuito. Y de esa forma la imagen de que ellas forman el sistema circulatorio de la vida, de que son glóbulos multifuncionales, me quedó clara, nítida. Pero eso siempre lo he sabido.

Y está claro, si el Creador hubiera sido la Creadora, jamás se habría escrito: "Y al séptimo día descansó".