sábado, 1 de octubre de 2016

DUEÑAS Y LOS MIEMBROS FANTASMA

Justo al volver de las merecidas,  consabido epíteto, vacaciones por tierras del maquis y brujas, llegué a mi trabajo y empecé con ahínco e ilusión desbordante a trabajar. Cinco minutos más tarde dejé el informe que redactaba y abrí un documento esencial en la vida de todo funcionario, el periódico. Allí me interesé por cosas importantes, el resumen de las olimpiadas, un concurso a la mejor foto del verano, qué lugares visitan los famosos y la sección de ciencia. Allí encontré una pequeña joya, un artículo sobre neurociencia en el que se explicaba cómo trabaja el cerebro cuando hay una amputación de un miembro y por qué muchas de estas personas pueden sentir esa mano o esa pierna que ya no existen. Solo Dios sabe por qué me interesan esas cosas, como tantas otras extravagancias , pero esta me confirmó la complejidad del cuerpo, y el lento avance de la ciencia que, solo mucho tiempo después, ha podido explicar esto que la cultura popular sabía, que muchas personas con amputaciones sienten picor en el miembro amputado.

Hace dos semanas, tras la sesión diaria, el fisioterapeuta me recomendó intentar mover mi dedo y mano inútiles; según él no podré moverlos de momento, pero es necesario que el cerebro esté continuamente enviando órdenes a estos miembros para que, llegado el día, se muevan. La verdad es que ese milagro móvil no se ha dado; sí he sentido alguna vez que mis dedos habían articulado, y habían asido algo como antes, pero la ilusión se desvaneció con solo mirar y comprobar que se mantiene la rigidez. 

Espero que esta introducción no me haya desviado mucho de los propósitos de esta entrada, que no son sino contar qué he visto en los últimos tiempos y qué me ha inspirado a escribir algo.

Justo hace una semana una legión de compañeros finalizó el Desafío Doñana, prueba que se me antoja a un universo, un eón, de donde me encuentro; las crónicas que han volcado en la red me parecen geniales. Muestran que el sacrificio, el entrenamiento y el nivel de compromiso que han mantenido les ha ayudado en la travesía en bici por esa tierra llena de páramos, secarrales y marismas; contra la corriente del río Betis; sobre el pesado camino de arena de la antigua Tharsis. Muestran su fortaleza, su ligereza, su voluntad, pero, un poco más allá, recurren todos a lo mismo, tanto que no parece un tópico. Todos hablan de que lo mejor fue hacer la prueba junto a otros isbiliyos, compartiendo esfuerzo, ansias y metas. Tanto que los que hicieron la prueba juntos se hablan como hermanos.

En el norte, el equipo de competición de nuestro club destacó en Gijón. Calidad, entrenamiento, compromiso... Lo sabido. Pero lean lo que todos han destacado, lo mejor no es la competición sino el fin de semana, el ambiente, el grupo. 

¡Coño!, hablamos de deporte y de competición, pero ¿lo mejor no es eso?, ¿lo mejor no es correr, nadar, pedalear? Aquí es necesario hacer algo de investigación, algo de psicología deportiva que dejamos a Julio, y pensamos que todo el esfuerzo, todo el entrenamiento, todo el sacrificio te conducen a una meta; traspásala y descubre que todo el entrenamiento, todo el esfuerzo, todo el sacrificio te permiten valorar otras cosas, estás en otro plano. 

Desde la distancia, y la imposibilidad material, uno se siente como el miembro amputado. Gracias a que el pensamiento positivo existe, y a que el deporte te hace sentir que todo es posible, el ejemplo de los isbiliyos por Doñana inspira a muchas cosas. Por lo pronto a negar que la lesión sea permanente, por lo pronto a procurar vencer al dolor, por lo pronto a buscar una meta que me lleve a otro plano. Porque ahora no está el horno para bollos. Pero lo estará.

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Posadas fue el verano pasado un descubrimiento para mí. Este año me lo tomé como un reto personal; algunos de los amigos, como Ale y Álvaro Dueñas, saben de la difícil logística que me suponía hacer esta prueba, pero me las apañé y logré llegar, nadar, montar en bici y sentirme muy bien. Siguiendo los consejos de José López busqué un grupo en bici para no quemarme en esta parte, aunque me había supuesto esperar a gente; estrategia que me estuvo dando fruto hasta el maldito momento en el que me sentí volando de costado, golpeando la carretera con el casco, el hombro, el codo y la cadera en ese orden; hasta que me vi sentado en el asfalto mirando las luxaciones de mi mano y sabiendo que se acababa de terminar mi verano.

Obviemos el traslado en ambulancia, la cura en la tienda de campaña, la cara de Samer en meta, el desconcierto ante los jueces y la organización, qué tengo que hacer, dónde está mi bici, cómo me cubre el seguro de la federación...Quizás todo eso tendría un papel más relevante si Álvaro Dueñas no hubiera estado allí. Su ayuda, su traslado a Córdoba, recoger a mis hijas y traerme a Sevilla, ver juntos el bronce en baloncesto, el bronce en mountain bike, todo eso después de la paliza del triatlón, después del madrugón, después de todas las vicisitudes íntimas que tan bien lleva, merecen algo más que este agradecimiento.

Otro compañero, Fco. Javier Ramos, ya supo de la generosidad en la ayuda de Álvaro. También en el difícil momento de su caída en el duatlón de Sevilla, estuvo Álvaro a su lado, ayudando en lo posible,  dando lo que se necesita en ese momento, un poco de ánimo, un poco de compañía.

No me extraña que Álvaro haya completado el Desafío, ni que lo hiciera a pesar de las molestias que sufrió; ya ha hecho cien mil cosas que demuestran su carácter, el deportivo y el humano. Ahora vive, además, en otro desafío, este también lo va a superar. ¡Fuerza, Álvaro! Silba y te ayudaremos.

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En la nocturna me divertí, me lo pasé bien y me probé un poco. Medio contento.

Mi mayor alegría fue la de encontrar uno de esos detalles que son los que me hacen sentirme bien en el deporte. No sé si habrá alguna foto, pero que José Toranzo me esperara para entrar juntos en meta, es de esas imágenes que se guardan por ahí, en algún lugar de la memoria.

Eso me llevó a un mes y poco atrás. A la meta de Posadas llegué antes que todos, vendado, escayolado y dolorido, pero antes. Eso me permitió el lujo de ir viendo a todos los que entraban; no era mi intención asustarles, pero a la cara de esfuerzo y cansancio de todos se fue sumando la de asombro por la vistosidad de mis vendajes, y cada uno fue preguntando por lo ocurrido y dándome ánimos. Esta feo decirlo, pero me sentí mal cuando uno de nosotros me mostró lo jodido que estaba porque le había salido mal su carrera y porque le había devuelto una botella de agua sin tapón. Esa amargura todavía me late por ahí. Por eso entiendo que el gesto de Toranzo ayer en la carrera redime el mal gesto de otro en Posadas. Por eso creo en el deporte, cuna de segundas oportunidades y segundas juventudes.

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Posadas tuvo una crónica especial en nuestro club. No podía ser menos porque fue un duro comienzo de la segunda parte de la temporada, porque se unió al medio ironman y porque se deben hacer crónicas. Pero eché de menos alguna reseña a todo lo que ocurrió, al accidente, a la caída. 

Pensé en otros compañeros que han tenido problemas en otros momentos como Fco. Javier Ramos, como Lolo Lage, incluso como José López, o Mariano, o Noelia, y no sé si han tenido esa impresión de que el éxito como una ola lo barre todo; incluso de que el éxito barre las lesiones, las vicisitudes, los problemas. Y no sé si han llegado a sentirse como los miembros amputados de un gran cuerpo. Lo que espero, lo que siento, lo que sé, es que es posible que seamos esos miembros fantasma, que no estamos, pero que picamos un poquito, que nos hacemos sentir. Aunque sea un poco.  

    


 



  


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